Dra. Adriana Schwartz

Directora, Ozone Therapy Global Journal. Presidenta de Aepromo (Asociación Española de Profesionales Médicos en Ozonoterapia). Madrid  Mayo 2023

 

Sugerencia sobre cómo citar este artículo:

Schwartz, Adriana (2023). LAS REVISTAS CIENTÍFICAS Y SU DESAFÍO PARA HACER AVANZAR LA CIENCIA Ozone Therapy Global Journal. Vol. 13, nº 1, pp. 1-5

 

Desde la primera edición de nuestra revista Ozone Therapy Global Journal (anteriormente Revista Española de Ozonoterapia) en el 2011, hemos enfatizado en la importancia decisiva de publicar, y diseminar artículos científicos sobre la ozonoterapia.

En forma constante animamos a los profesionales de la salud, para que publiquen sus experiencias con la ozonoterapia, a condición que sus artículos estén debidamente sustentados y probados.

Por otra parte, reiteradamente estamos recibiendo acusaciones y ataques de que la ozonoterapia es una pseudoterapia y que no cuenta con aval científico. La única respuesta con fundamento, que tenemos y utilizamos, son la publicación de artículos científicos. Nuestra revista orgullosamente está marcando el camino, ya que desde el 2011 estamos publicando artículos científicos en forma ininterrumpida.

 

Revistas científicas en entredicho

Las revistas científicas en los últimos años están siendo puestas en entredicho, ya que se les acusa de estar mezclando peligrosamente los contenidos científicos de los artículos, con los intereses económicos de las editoriales que los publican. No ponemos objeción alguna a que los editores y que los investigadores obtengan beneficios económicos del esfuerzo investigativo y editorial realizado, a condición que la verdad científica impere.

Un breve repaso sobre los intereses conflictivos que están surgiendo en el seno de las revistas sirve para apreciar lo que hay detrás de una publicación científica que mezcla malsanamente intereses económicos y ciencia.

 

Manipulación investigativa

El National Institute on Alcohol Abuse and Alcoholism, uno de los 27 organismos integrantes de los National Institutes of Health (NIH) de Estados Unidos, cobijó una investigación de US$100 millones, patrocinada por las cinco empresas de alcohol más importantes, que iría a recomendar una bebida alcohólica diaria como parte de un estilo de vida saludable.

Aunque la investigación se realizaba dentro de un marco de secretismo, diferentes filtraciones obligaron al NIH a cancelar el estudio (2018). Aunque el investigador principal y el N.I.H repetían que nunca discutieron la planificación del estudio con la industria, las pruebas encontradas mostraban “que el instituto [National Institute on Alcohol Abuse and Alcoholism] emprendió una vigorosa campaña para cortejar a la industria del alcohol, pagando a los científicos para que viajaran a reuniones con ejecutivos, donde daban charlas que sugerían con fuerza que los resultados del estudio respaldarían el consumo moderado de alcohol como algo saludable.”

El ejemplo anterior de la manipulación investigativa es uno entre miles. El resultado de las investigaciones realizadas con patrocinio de empresas con fuertes intereses económicos, y publicadas en revistas médicas favorecen “consistentemente a los medicamentos de los patrocinadores, en gran parte porque los resultados negativos no se publican, los resultados positivos se publican repetidamente publicados ligeramente en diferentes. formas, y se da un giro positivo incluso a los resultados negativos.”

Un informe (2018) sobre la investigación del cáncer concluía: “La mayor parte de la actividad española de ensayos clínicos está ligada a la industria farmacéutica internacional, y no responde necesariamente a las capacidades y oportunidades del ecosistema clínico y académico de investigación, ni a la realidad epidemiológica del cáncer en España.”

 

Supuestos investigadores “independientes” al servicio de las empresas farmacéuticas

Dr. José Baselga, uno de los más prominentes médicos de cáncer de mama en Estados Unidos, mientras escribía docenas de artículos en New England Journal of Medicine y The Lancet, recibía millones de dólares de empresas farmacéuticas. Su relación económica con la industria la mantuvo incluso siendo editor en jefe adjunto de la revista Cancer Discovery de la American Association for Cancer Research (AACR).

Investigador prolífico con más de 850 informes y revisiones de investigación y uno de los psiquiatras más influyentes de EUA, Dr. Charles B. Nemeroff, ganó más de US$2,8 millones en acuerdos de consultoría con fabricantes de medicamentos entre 2000 y 2007. Al mismo tiempo era director de la influyente revista Neuropsychopharmacology.

Al presidente de la Sociedad Estadounidense de Oncología Clínica, Dr. Howard A. “Skip” Burris III, las compañías farmacéuticas le habían pagado casi US$8 millones durante el período que escribía más de sus 50 artículos. Al mismo tiempo era director del grupo que publicaba la revista the Journal of Clinical Oncology.

 

La industria farmacéutica: Agente manipulador en la investigación y publicación

Las compañías farmacéuticas al financiar investigaciones colocan sus propios empleados o agentes para designar los estudios, realizar los análisis, escribir los documentos, y decidir si se publican los resultados y en qué forma. “A veces, los miembros de la facultad de medicina que sirven como investigadores son poco más que mano de obra contratada, que suministran pacientes y recopilan datos de acuerdo con las instrucciones de la empresa.” Contundente afirmación de una antigua directora de la revista científica más antigua del mundo.

 Un especialista en salud pública señalaba que “es la industria, y no las instituciones, quien está fijando la agenda, quien está marcando qué se investiga y cómo es la actualización de los profesionales” y afirmaba “hoy por hoy nadie se está preocupando en que haya una mayor imparcialidad e independencia en la generación del conocimiento y su aplicación a la práctica”.

 

Los intereses económicos de las farmacéuticas resultan en publicaciones amañadas y distorsionadas

El premio Nobel de Química (2009) Thomas Steitz(EE.UU.) señala que «muchas de las grandes farmacéuticas han cerrado sus investigaciones sobre antibióticos porque curan a la gente y lo que estas empresas quieren es un fármaco que haya que tomar toda la vida. Puedo sonar cínico, pero las farmacéuticas no quieren que la gente se cure«.

El epidemiólogo canadiense Gordon Guyatt, quien acuñó el término de medicina basada en la evidencia (EBM por sus siglas en inglés) precisa que, a pesar de los esfuerzos realizados, todavía se publican guías de práctica clínica, elaboradas por expertos que cobran mucho dinero de las compañías farmacéuticas que producen los fármacos que se recomiendan en las guías. “Hay muchos casos en que la industria farmacéutica ha presentado medicamentos que fabrica como que aportan grandes beneficios, cuando en realidad el beneficio es bastante reducido y los perjuicios no son insignificantes.”

Guyatt considera que los lobbys farmacéuticos “constituyen una amenaza de gran importancia. Las grandes empresas farmacéuticas suelen organizar estudios de calidad, pero el problema es cómo presentan los resultados a los médicos y al público. Un caso grave es cuando los resultados son negativos y no informan ni divulgan esta información. Solamente se publican los datos cuando son positivos.

“Pero luego también está el problema de la distorsión de los datos a la hora de presentarlos. Se presentan datos negativos como si fueran positivos – afirma Guyatt – se presentan efectos reducidos como si fuesen muy grandes y se recalcan mucho los beneficios quitándole importancia a los perjuicios. Todo eso es una amenaza.”

 

Credibilidad de lo que su publica en las revistas científicas

El investigador Dr. John Ioannidis, uno de los pioneros de la “metaciencia”, una disciplina que analiza el trabajo de otros científicos y comprueba si se están respetando las reglas fundamentales que definen la buena ciencia afirma que “solo el 5% [de las investigaciones] sigue todos los pasos correctamente”. Agrega “el problema afecta a “casi cualquier disciplina de la ciencia”. Denuncia que hasta el 95% [de los artículos] pueden ser falacias sin rebatir.

Juan Lerma, investigador del Instituto de Neurociencias de Alicante (España) afirma que “se publican demasiados estudios y demasiado deprisa” (…) hace falta una reflexión general sobre el exceso de publicación y las presiones por sacar estudios, las universidades miden los resultados al peso, y eso es un error”, resalta.

Lluis Montoliu, investigador del Centro Nacional de Biotecnología (CNB) de España señala que parte de la culpa, la tienen las revistas científicas. “No hay que olvidar el papel cómplice de determinados grupos editoriales, frecuentemente de revistas top, que prefieren publicar resultados inesperados, novedosos, espectaculares, que generan mucho ruido e impacto, antes de asegurarse y verificar sistemáticamente la fiabilidad de los mismos”.

 

¿Qué dicen los directores de influyentes revistas científicas sobre lo que sus revistas publican?

Richard Horton director desde 1995 de la revista The Lancet, una de las más prestigiosas del mundo, escribió (2015): “Gran parte de la literatura científica, quizás la mitad, puede ser simplemente falsa. Afectada por estudios con tamaños de muestra pequeños, efectos diminutos, análisis exploratorios inválidos y conflictos de interés flagrantes, junto con una obsesión por seguir tendencias de moda de dudosa importancia, la ciencia ha dado un giro hacia la oscuridad (…) La aparente endemicidad de la mala conducta investigadora es alarmante En su búsqueda por contar una historia convincente, los científicos suelen esculpir datos para que se ajusten a su teoría del mundo preferida. O modifican las hipótesis para que se ajusten a sus datos. Los editores de revistas también merecen una buena cantidad de críticas. Ayudamos e incitamos a los peores comportamientos. Nuestra conformidad con el factor de impacto alimenta una competencia malsana para ganar un lugar en unas pocas revistas selectas. Nuestro amor por la ‘significación’ contamina la literatura con muchos cuentos de hadas estadísticos. Rechazamos confirmaciones importantes.”

La antigua directora (1979-2000) de la influyente revista médica y más antigua del mundo The New England Journal of Medicine, Marcia Angell, denunciaba ya en el 2009: “Existen conflictos de intereses y desviaciones similares en prácticamente todos los campos de la medicina, particularmente en aquellos que dependen en gran medida de medicamentos o dispositivos. Simplemente ya no es posible creer gran parte de la investigación clínica que se publica, o confiar en el juicio de médicos de confianza o en las directrices médicas autorizadas. No me complace esta conclusión, a la que llegué lenta y de mala gana durante mis dos décadas como directora del The New England Journal of Medicine”.

 

Nuestra propia experiencia con una revista científica

En el 2020 los españoles nos encontrábamos en pleno confinamiento por la COVID-19, y se había iniciado una carrera vertiginosa por encontrar el Santo Grial de la vacuna milagrosa contra la epidemia. Por nuestra parte, ya habíamos hecho una investigación pionera y exitosa sobre la utilización de la Solución Salina Ozonizada en 600 pacientes COVID en un hospital madrileño. El resultado investigativo se publicó el 20 noviembre 2020.

Clínica Española, revista de la editorial neerlandesa Elsevier, publicó una carta firmada por tres médicos donde afirmaban que “debemos estar muy alerta frente a publicaciones de terapias ‘sensacionalistas’ (…) y a veces, de dudosa metodología, citando entre ellas a la ozonoterapia.

Le enviamos al director de la revista una carta de 300 palabras como lo exigía la revista rectificando lo afirmado en relación a la ozonoterapia. Le citamos, entre otras, las principales conclusiones del trabajo hospitalario realizado con 600 pacientes, que en ese momento aún no se había publicado.

La respuesta recibida (20-8-2020) fue la siguiente: “Lamentamos comunicarle que dado el número de manuscritos que se reciben, el suyo no ha obtenido la prioridad suficiente para ser aceptado en RCE [Revista Científica Española].”

El manuscrito, una carta al director, de solo 300 palabras, que había sido sometida a la revisión por pares, no se publica, cuando las vacunas contra la COVID, aún eran una vaga esperanza, y lo que supuestamente la sociedad científica estaba buscando eran instrumentos viables y seguros para tratar a los pacientes COVID. La revista no objetaba el contenido de la carta rectificativa: La importancia mayúscula en la búsqueda de soluciones por parte de la RCE se tiró al tarro de la basura. Supuestamente, por el número de manuscritos recibidos, nuestra carta no tuvo prioridad para ser publicada.  A pesar de aportar pruebas específicas, y datos contrastados, una revista científica, que antes sí había permitido, que, sin ninguna prueba, se calificara a la ozonoterapia de “sensacionalista” y de “dudosa metodología” cerró el paso al sano y muy necesario debate científico.

 

El camino a seguir por parte de Ozone Therapy Global Journal

AEPROMO (Asociación Española de Profesionales Médicos en Ozonoterapia), publica Ozone Therapy Global Journal en forma integralmente altruista desde su primer número en el 2011: Puede ser consultada online completamente gratis; todos los miembros del equipo editorial trabajan “ad-honorem”. AEPROMO no recibe ningún beneficio económico por la revista, por el contrario, debe financiar todos los gastos que ocasiona Ozone Therapy Global Journal. No se cobra a los autores por publicar sus investigaciones en la revista. No tenemos publicidad, ni la revista se vende.

Las decisiones del comité editorial se toman exclusivamente por el interés inherente del artículo sometido por el autor y teniendo en cuenta las pruebas presentadas, y los aportes brindados para continuar desarrollando el uso médico del ozono en forma científica, y como terapia complementaria, no alternativa. Poniendo siempre énfasis en que la ozonoterapia es un acto médico.

 

 

 

 

 

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